Urano en Humano

Urano es uno de los planetas llamados por la Astrología “transpersonales”, porque se encuentra más allá de la órbita de Saturno (los planetas personales son los que se encuentran hasta la órbita de Saturno). Como los planetas simbolizan funciones de la psique, los planetas transpersonales simbolizan funciones que están por fuera del orden de la psique personal o individual y nos abren a dimensiones transpersonales o colectivas. 

Urano propone liberación, disrupción de lo conocido, desestabilización de lo dado, visión creativa, innovación. Es el planeta regente de Acuario, el último de la serie de signos de Aire y el último signo de la Cruz Fija, y es el anteúltimo signo del Zodíaco, el número once. Por lo que, su energía requiere de la asimilación de los signos de aire anteriores, de los fijos anteriores y de todo lo recorrido hasta el momento en la rueda zodiacal para no funcionar disociado o polarizado.

La serie de la Cruz Fija

Urano era el dios del cielo de los romanos, y el cielo -si bien es inestable y cambiante- es cielo, tiene entidad. Urano es el cambio como constante. Es la fijación tal vez de un entramado invisible, pero perceptible desde la mente, la mente colectiva, la existencia de un campo cuántico donde todos somos parte, o como dice Chopra, el campo de todas las posibilidades, es la convergencia de todas las líneas de tiempo, despegado del plano material. En humanos, esta energía acaso por incomprensión o por la complejidad que implica su asimilación puede aparecer en su versión distorsionada es decir aislada y polarizada en extremo. Esto ocurre cuando Acuario (signo regido por Urano) no integra a los demás signos del zodíaco y especialmente a su familia de signos fijos -Tauro, Leo, Escorpio- y funciona de modo feral (de fiera), desconectado de las fuerzas que lo equilibran.  En esta versión de la energía uraniano-acuariana la conexión con la mente cósmica se da con exclusión (negación) de:

  • la Energía de Tauro: provocando la escisión del cuerpo, de la sensación y el placer físico, de nuestras necesidades básicas, desvalorización de la materia y los recursos naturales, la desconexión con el entorno orgánico (ambiente interno y externo)
  • la Energía de Leo (su opuesto complementario): dilapidando la maduración de una identidad yoica, menospreciando el sentido de individualidad, de tener sentido de ser en el mundo, amenazando la construcción de una personalidad íntegra, perdiendo sentido de manifestar visiones propias aún sin adherencia de los colectivos sociales (no bancarse no tener una manada de seguidores) 
  • la Energía de Escorpio: inhibiendo la capacidad de vincularse profunda, sensible y empáticamente con el otro, negando dolor (y también placer), evitando la muerte y la destrucción, sumergiéndose en una utopía de eternidad (las ideas no mueren).

Un humano que vive la energía Urano-Acuario de esta manera tal vez sea sostenido por creencias como: “Para ser libre y creativo en mis ideas tengo que renunciar a mis apetitos terrenales”, “Si me identifico con algo/alguien/grupos, me cierro a la posibilidad de crear con mi genio mi propio sistema”, “Ocuparme del cuerpo y sus necesidades -incluso del placer físico o de atender a un dolor- o de ganar dinero son una pérdida de valioso tiempo que necesito para invertir en mis creaciones (mentales preferentemente)”, “Poner energía en los conflictos vinculares y entregarme a una relación amenazan a mi libertad”, “Si echo raíces y empiezo a pertenecer a algo tengo que sacrificar mi posibilidad de cambiar y salir cuando quiera”, “Prefiero ser marginal al orden social antes que adherir a un sistema disfuncional para ser creativo y libre”.

¿Podría un humano ser capaz de renunciar a sus apetitos terrenales, de mantenerse en el margen social y sacrificando sentido de pertenencia, de evitar reconocerse en una historia personal (identidad) y de insensibilizarse para no correr riesgos vinculares? Creo que en distinta medida, estas temáticas nos pueden resonar a varios, más allá de emplazamientos específicos en cartas natales. Es posible disociarse de tal manera, pero es sabido que lo que negamos no desaparece, sino que pasa a  formar parte de nuestra sombra, y lo que está en sombra aparece como destino. Sin darme cuenta, creo la realidad que niego. Por lo que es de esperarse que en su vida ese humano no se ocupe del cuidado de su cuerpo y su aspecto físico emane esa negación del cuerpo y del placer y se sienta rechazado, confirmando su creencia (mejor ocuparme de mis ideas que de mis relaciones). O que cuando participe de una actividad grupal se separe cuestionando sistemáticamente las propuestas del líder (confirmando que mejor es hacerlo solo que ser parte de una estúpida manada). O que cuando esté en una relación afectiva y empiece a sentir compromiso emocional profundo quiera huir, o en efecto huya despavorido (confirmando que ese nivel de tensión le quita tiempo para ocuparse del desarrollo de su genio). Y así se vaya constituyendo en un ser uraño, solitario, extravagante, original y marginal. Sintiendo que cuanto más auténtico es, más se aleja del resto, más siente el rechazo de los demás y la discrimición por ser diferente.

¿Cómo podríamos invitar a tal humano a salir de ese laberinto que provoca sufrimiento (porque a ningún mamífero le hace bien estar solo)?

Para salir de los laberintos necesitamos el ovillo de Ariadna o un dron para ver la salida desde arriba. En el caso del humano supuesto, lo segundo parece más pertinente ya que dada su condición solitaria cuesta imaginar la aparición de una Ariadna en su vida. Observar desde arriba implica desidentificarse de las creencias y principios que sostienen a uno, es decir de la identidad en luz y ponerla al lado de la sombra.  Escuchar lo que se ha dejado excluido por parecer contrario y/o amenazante para el sistema de creencias (por ejemplo, si creo que soy bondadosa, excluyo de mí la maldad). En este caso, este sujeto podría hacer el siguiente ejercicio (aclaración: este ejercicio requiere coraje e implica el riesgo de dejar morir creencias para transformarlas). En primer término, exponer sus creencias más activas y férreas, aquellas de las que se siente absolutamente convencido, aquellas que sienta que lo sostienen. Y tratar de dilucidar qué conceptos subyacen debajo de esas creencias e implícitamente excluyen a otro. Por ejemplo, en su libretita podríamos leer:  

  1. “Para ser libre en mis ideas y creativo tengo que renunciar a mis apetitos terrenales” y “Ocuparme del cuerpo y sus necesidades -incluso del placer físico o de atender a un dolor- o de ganar dinero son una pérdida de valioso tiempo que necesito para invertir en mis creaciones mentales preferentemente”. Conceptos subyacentes: MENTE RACIONAL VS. PERCEPCIÓN SENSITIVA o IDEAS VS. HECHOS o PLANO MENTAL VS. PLANO MATERIAL
  2. “Si me identifico con algo/alguien/grupos, me cierro a la posibilidad de crear con mi genio mi propio sistema”. 

Concepto subyacente: AUTENTICIDAD VS. PERTENENCIA (si me identifico con el afuera y pertenezco, arriesgo mi autenticidad)

  1. “Poner energía en los conflictos vinculares y entregarme a una relación amenazan a mi libertad” 

Concepto subyacente: LIBERTAD VS. COMPROMISO VINCULAR AFECTIVO

Es decir, que para este sujeto la CREATIVIDAD, LIBERTAD y AUTENTICIDAD (Acuario en luz) implica la renuncia o exclusión del PLANO MATERIAL, el sentido de PERTENENCIA y del COMPROMISO VINCULAR AFECTIVO (Tauro/Leo/Escorpio en sombra).

Una vez puestos así en perspectiva, lo siguiente es poner en duda la validez de tales antinomias, si realmente eso es posible o estamos ante una distorsión de la percepción. Entonces podemos invitar al humano a preguntarse: “¿es realmente posible dedicarse al mundo de las ideas y conceptualizaciones desatendiendo al plano material? ¿Puedo tener un genio fluido en un cuerpo descuidado (enfermo)? ¿Puedo estar realmente aislado de una organización colectiva o ya sólo el hecho de ser humano me hace parte de la Humanidad como colectivo social? ¿Es posible reprimir los vínculos afectivos sin que eso implique desafección de todo y por ende vivir “anestesiado” del placer y del dolor?

Es evidente que la persistencia en esas creencias no es sostenible en el tiempo, al menos sin implicar enfermedad física o enfermedad mental (psicopatías esquizoides) para mantener escindidos cuerpo/mente. Por lo que lo que sigue para este humano es trabajar sobre la inclusión de estos conceptos, cambiar el “versus” por el “y”. Y convertir las antinomias en desafíos incluyentes. 

NUEVO DESAFÍO INCLUYENTENUEVAS CREENCIAS ADYACENTES
MENTE RACIONAL y PERCEPCIÓN SENSITIVA o IDEAS y HECHOS o PLANO MENTAL y PLANO MATERIAL“para ocuparme del plano mental es necesario ocuparme también del terrenal. Necesito comer para pensar. Necesito un cuerpo sano para tener una mente sana.”
AUTENTICIDAD  Y PERTENENCIA“Soy un individuo auténtico y original dentro de una organización social que me acepta.”“Soy diferente así como cada persona tiene su nota personal”
LIBERTAD Y COMPROMISO VINCULAR AFECTIVO“Asumo el desafío de crear vínculos con la suficiente libertad para no sentirme poseído ni posesivo” “Me comprometo a encontrar una forma de relación, original, tal vez sin referencias externas donde pueda entregarme al misterio de un nosotros al tiempo que soy libre”

Acorde avanza en estos pasos, Acuario-Urano va cerrando un ciclo sobre sí mismo, integrando las energías complementarias de la serie de signos de la Cruz Fija (Tauro, Leo y Escorpio) y vibrando de un modo más creativo. Algo así como dejar de ser una canción “a capella” para pasar a sonar con una base rítmica (Tauro), con acordes que forman una armonía única (Leo) y un arreglo a voces que la complejiza y embellece (Escorpio). Y la canción ahora con más cuerpo, identidad y sentimiento, sigue siendo igualmente extravagante, original y auténtica. Mantuvo viva su esencia en ese proceso de evolución y ahora suena más entera.

Integración de la cruz fija

Guía práctica para detectar en tu carta natal si gozás de polaridad uraniana:

  • Sol o Ascendente en Acuario
  • Sol en aspecto duro a Urano (conjunción, cuadratura u oposición)
  • Regente del ascendente en aspecto duro a Urano (conjunción, cuadratura u oposición)
  • Urano en posiciones angulares (cúspides de casas I, IV, VII o X)