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Masaje Holístico Terapéutico (MHT) y la Unidad Funcional Cuerpo-Mente-Espíritu

Elegí nombrar así a esta terapia psico-corporal porque generalmente la palabra “masaje” está asociada a una terapia manual que actúa solamente sobre el cuerpo físico dejando afuera a otros cuerpos que -aunque menos densos y difíciles de percibir- tenemos e influyen enormemente sobre nuestra salud. Estoy hablando del cuerpo anímico (o emocional), el cuerpo mental y el cuerpo etérico (o espiritual) o lo que podemos abreviar como complejo cuerpo-mente-espíritu. Está tan enraizada la creencia de que sólo existe lo que vemos, que resulta todo un desafío concebirnos como una Unidad Funcional de Cuerpo-Mente-Espíritu. Pero lo cierto es que cualquier alteración en alguno de estos planos afecta al otro (pues son indivisibles, raro sería que se comportaran independientemente). Las sesiones de masaje holístico terapéutico (MHT) tienen como objetivo principal restituir la salud de todo el sistema a través de terapias manuales que varían entre lo denso y lo sutil, lo profundo y lo superficial, movimiento y quietud, lo general y lo particular según el caso. No hay dos sesiones iguales porque cambiamos todo el tiempo y porque somos diferentes. Los pilares son la escucha y la presencia en el encuentro entre dos seres (más allá de que por supuesto hay dos roles diferentes). La información que proviene de la carta natal es una brújula. La respiración, una herramienta clave. Mi función es detectar los bloqueos a nivel físico (miofascial) para promover la libre circulación de la energía vital, como si fuera destapando tuberías. La función de quien recibe es SENTIR y estar atento a las modificaciones que provocó la sesión, en los planos cuerpo-mente-espíritu. Ahondemos un poco más para comprender  los alcances del masaje en todos los planos. 

Cada vez son más los estudios de neurociencia que confirman la unidad entre cuerpo-mente-emoción-espíritu que los místicos de hace milenios atrás ya percibieron: la ciencia y la mística finalmente se están encontrando. Sobre la incidencia de las creencias sobre nuestras emociones y de cómo éstas actúan sobre el cuerpo físico hay mucha y muy rica bibliografía e información (recomiendo los libros de Joe Dispenza y “Dejar ir” del Dr. David Hawkins y “Cuando el cuerpo dice no” de Gabor Mate, entre otros). A los efectos de resumir este circuito y a riesgo de simplificarlo en exceso, podemos afirmar que en un primer momento las creencias (que son generalmente heredadas por nuestra familia, cultura, entorno cercano, país, etc.) producen pensamientos que las confirman, es decir, construimos la realidad en base a ellas. Esos pensamientos -a su vez- nos provocan emociones y cada emoción tiene una frecuencia diferente. Y por último, las emociones provocan una reacción biológica sobre el cuerpo físico (por ejemplo, el miedo entre otros efectos contrae los músculos de la pelvis y esfínteres, la ira nos hace apretar los dientes, aumentar el ritmo cardíaco, etc.). Cuanto más fijadas están las creencias, más fijado estará este circuito pensamiento-emoción-físico provocando un hábito postural o una determinada postura. Una vez fijada esta forma o conducta corporal, el circuito invierte su dirección, entonces es el cuerpo físico el que habituado a tal emoción se hace “adicto” a ella -o al cocktail de hormonas que produce esa emoción- y es el cuerpo físico el que se ocupa de producir los pensamientos que le aseguren seguir obteniendo su recompensa. Entonces, ya no pensamos libremente desde una mente creativa, sino que sin darnos cuenta, pensamos lo que el cuerpo físico necesita para perpetuar su forma y confirmar sus creencias. Por ende, cuanto más conscientes seamos de nuestras creencias y del modo en que estas limitan la creación de la “realidad”, más libres somos para transformarlas en creencias que nos permitan sentir emociones de frecuencia elevada y nos ayuden a restituir la salud de nuestra Unidad Funcional de Cuerpo-Mente-Espíritu. Pero para alcanzar esta consciencia es necesario cambiar el punto de vista, ampliar la perspectiva para darnos cuenta. En este punto, el abordaje desde el cuerpo físico puede ser de mucha ayuda. Por ejemplo, una torsión de columna puede flexibilizar no sólo las vértebras, si no ayudarnos a ser más flexibles ante situaciones que se nos presentan. De hecho, cuesta imaginarse a una persona con la columna recta, rígida y erguida que sea “open mind”. E imagínense a esta persona yendo a psicoterapia y hablando desde este circuito conocido que confirma sus creencias: ¿será capaz de conectar con su rigidez si está sintiendo, habitando y pensando desde un cuerpo rígido? ¿será capaz de verse a sí mismo si sus pensamientos son creados desde esa rigidez? 

Desde el cuerpo físico podemos invertir la dirección del circuito mente-emoción-cuerpo: es decir, podemos desandar “vicios” posturales para recuperar una movilidad “libre y creativa” que a su vez nos habilite a sentir una gama de emociones más amplia y nos abra nuevos circuitos neuronales que modifiquen positivamente la cualidad de nuestros pensamientos. Recomiendo a mis clientes que al salir de la sesión presten atención a cómo se sienten, qué emociones predominan, qué tipo de pensamientos surgen, cómo se relacionan con los demás, cómo se sienten en la toma de decisiones o cualquier otro aspecto noten diferencias. Pues la liberación de serotonina y dopamina que estimula el masaje provoca cambios profundos en el modo de estar en la vida: más relajados, con menos control sobre aquello que no podemos cambiar de la realidad circundante, más centrados y menos reactivos. 

El único modo de cambiar la realidad, es cambiar el modo de observarla.